– ¡No toques ese botón¡-
Eso me dijo tras entrar e el apartamento, y por supuesto mi primera rección fue mirar directo al botón que había en el marco de la puerta en el dormitorio, como si lo hubiera puesto ahí para idiotas como yo.
– ¿Y que pasa si lo toco?
– Te lo advierto… está el modo juguetón activado.
Me reí pensando que era broma, ¿quién pone un botón en su casa con una etiqueta como esa?…
Spoiler: Lo toqué.
Me quedé mirando al botón, y lo siguiente que recuerdo es que ella apareció en ropa interior, con medias hasta el muslo, con una sonrisa pícara y maliciosa y con un látigo de goma espuma con forma de plátano. Sí un plátano. No sé si me reí más del látigo o, del hecho, que ella lo blandía con una solemnidad absolutamente ridícula.
– Ahora, lo activaste, así que , atento a las consecuencias- dijo, mientras se subía a la cama con una pose entre porno y comedia romántica.
-¿Qué consecuencias?
– Te voy a hacer cosas indecentes pero… que me hagan reír mucho.
Y cumplió.
Hubo cosquillas en lugares muy estratégicos. Jugamos al desafío ¨si gimes, pierdes¨…
Caricias con una pluma, extremadamente suave, y una escena tremendamente absurda en la que ella me ató con cintas de regalo porque, según ella, yo era un obsequio de cumpleaños anticipado.
Nos reímos, nos calentamos. A veces, al mismo tiempo. Era una especie de caos orgásmico y delicioso, donde el placer no tenía que ser oscuro, ni solemne, para ser intenso.
El sexo que tuve con ella, será inolvidable, mezclar placer con, juego, deseo, risas, caricias, complicidad, carcajadas, sábanas revueltas…
Me miró y me dijo:-¿Ves? mi botón no es tan peligroso…
– Mientes_ le dije;- Y lo sabes… .